y estabas tú esperándome, he venido,
el fuego es del tamaño de tus ojos,
el cielo es del tamaño de tus sueños,
el mar,
la campana dormida que al insomne
le da frutos felices, todo estaba
en ti, porque tú estabas esperándome,
te he visto al recorrer la Vía Láctea
en un coche de espuma, al despertar,
te he visto cuando cantas, cuando miras,
cuando pasas y no quieres quedarte,
no conocí a Goethe, pero siento
que tal vez fue sencillo, que no quiso
ser sólido: ¡más luz, más luz!, decía,
y quizá para él fue sólo el día
un pétalo y no tanta sombra seria,
la tristeza alemana, que no entiendo,
sí conocí el relámpago que hiere,
la noche mineral, la piedra viva,
el día que es inmenso, el delta puro
en el que desemboca la palabra,
el siglo XXI, un día claro,
sí conocí la luna que dilata
las pupilas vacías del poeta,
porque el poeta vive en el no ser,
el no ser nadie para serlo todo,
en una tarde azul cantaba el agua,
libélulas y sol, la ceremonia
para el embajador de la grandeza,
el gorrión que trae luz en su pico,
cuántos hombres viviendo sin saberlo
aunque lleguen mensajes, ignorando
que su casa es el aire, el lugar único,
y ése es el milagro: son hermosos,
andan dormidos, como anda el viento,
simples y buenos, como el mismo día,
pero yo quiero más, quiero tu nombre,
tu nombre, el vendaval lúcido, entero,
tu nombre en el silencio de mi vida,
quiero verte otra vez, en el espejo
marino de las nubes, en el aire,
disuelto en ti, vencido,
después tu ser, después toda la tierra,
este mundo que he visto en estado de gracia,
¿recuerdas, di, la brillantez de junio
que desnuda impulsabas desde el cielo?,
porque entonces te vi, te vi temblando
pasar envuelta en nada, ola de aire,
por los pasillos de un palacio pobre
donde fui tan feliz soñando el mundo,
te vi entre libros, fórmulas y estrellas,
despertaba mi alma y me llamaste,
catorce años, fuego o paraíso,
qué terrible poder acepta el junco,
qué reino tan hermoso era la tierra,
y es difícil vivir siempre en la luz
para quien va creciendo, descielado,
quise vivir y no quise más sueños,
busqué el amor para olvidar tu hechizo
y en él estabas tú, cómo saltaste
de pronto de sus labios, sonriendo,
subiendo hasta la cima de los árboles,
llenando el aire, entrando en tu alta casa,
poniéndola de nuevo limpia y fresca,
si alguna epifanía hay en el mundo
es ésa, es tu existencia: antes, después,
los hombres inventaron teorías,
soñaron a otro dios que los ampare,
curvaron el espacio y fueron tiempo,
ceniza que crepita y después nada,
pero hay diosa, no dios,
y no hay teoría en que no estés,
no hay espacio que tu pie no pise,
no hay otra ciencia que tu voz secreta,
no hay otra fe que no sean tus ojos,
y yo te he visto, y sé que tú vendrás,
vendrás cuando la noche hunda ciudades,
vendrás como una larga madrugada,
vendrás como los barcos de la aurora,
vendrás como la luz enamorada,
te he visto y me has salvado y después de
tanto tiempo viviendo junto a ti,
desde dentro de ti,
después de la campana verde y suave,
de la lluvia en la escuela, de la vida,
después de tantos años tristes, solos,
estabas tú esperándome, he venido,
y ahora es justo el silencio, porque todo
lo tengo ya, soy ya el hombre límite
en altas olas de hermosura y luz,
el hombre que ha cantado y puede ahora
callar para ser canto,
y toda esta vida que yo tuve,
la adolescencia, el agua, el árbol alto,
la tendré siempre, porque estaba en ti,
yo era la semilla y tú la lluvia,
estabas tú esperándome, he venido,
y contigo me quedo, poesía,
en ti me quedo, en ti entro a mi casa,
me quedo en la alta cima de tu ser,
¿cómo puede olvidarte quien te ha visto,
quien a pesar de todo fue feliz,
quien tuvo entre sus manos la mano de la luz,
quien conoció el amor y vio las hojas
temblando de alegría, quien te quiso,
quien tuvo tu presencia, cómo puede
olvidarte quien nace y ha vivido?